28.9.05

23._ Encarnación

Creemos que Dios se propone (o "se propondrá" o "se propuso") descender al nivel humano, hacerse humano como cada uno de nosotros, para dialogar "de tú a tú" con nosotros, respetando nuestra libertad personal, y convencernos de aceptar su regalo: la vida eterna en Él.

El "emergente" por antonomasia se "sumerge" en el tiempo para solidarizarse con sus criaturas, movido por su benevolencia, por su bondad, por su amor misericordioso hacia ellas.

Creemos que su plan implica que Él aparezca identificado --plenamente y auténticamente identificado-- con una persona humana --plenamente y auténticamente humana.
Dios hecho hombre.
El emergente, el trascendente, el eterno, el perfecto, hecho criatura ínfima y efímera, hecho imperfecto; algo ciertamente inimaginable e incomprensible para nosotros, que ha sido llamado "el misterio de la Encarnación".

Pero su plan es un plan de redención; no puede acabar en una muerte como la nuestra; al contrario, implica su propia resurrección para conseguir la nuestra, y una nueva Creación, un nuevo proceso de transformación --que ahora incluye su presencia manifiesta y su diálogo con nosotros--, para incorporarnos eternamente a Sí.

Creemos que Dios, para aparecer en la historia como una persona humana, se propuso (se propondrá, se propone) prepararse un "ámbito hermenéutico", un "contexto de interpretación".
Una persona humana, a pesar de ser un individuo, es también un miembro de una familia, de un pueblo, de una época, de una historia. Dios, pues, se preparó una historia personal humana, una época, un pueblo, una familia.

Intervino misteriosamente, desde el futuro, desde otro nivel –supremo-- de emergencia. Envió un mensaje, una revelación, una "palabra", que se manifestó en la mente de ciertas personas elegidas, los "profetas" y los "ungidos", para comunicar sus intenciones e ir construyendo su pueblo --ese "ámbito hermenéutico"-- para su encarnación.